domingo, diciembre 01, 2013

ASÍ SE INAUGURÓ LA POBLACIÓN DESIDERIO GUZMÁN

La población en 1961. (Foto Arch. Hist. de Concepción)
         El guarda bosques de la Refinería, que tenía una enorme casa de campo en el sector de Las Bateas, lamentó la orden que recibió de la empresa para que retirara sus vacas y caballos que pacían en  las vegas junto al camino a Concepción en los altos de Penco, porque a la brevedad comenzarían allí los trabajos para levantar un conjunto habitacional. Para el guarda bosques, un hombre rudo que recorría los cerros a caballo, la notificación que a lo mejor llevaba la firma del administrador Desiderio Guzmán no fue ninguna gracia. Porque su gente ordeñaba las vacas ahí mismo. Transportar la leche en botellas a casas de familias, sus clientes, en el Recinto era una corta caminata por un sendero a través del bosque que desembocaba en la iglesia de Cristo Redentor. Tendría que trasladar la actividad lechera hacia alejados y escondidos valles cerro arriba, hecho que haría más pesado el trámite del reparto de botellas a domicilio.
Concurrencia en el día de la inauguración.
(Arch. Histórico de Concepción)
         
En efecto, los trabajos para urbanizar las vegas donde se instalaría la población se iniciaron hacia fines de la década de 1950. Primero, se trazaron las calles y después se instalaron las soleras. Sin embargo, la tarea de urbanizar tropezó primero con serias dificultades para construir el alcantarillado. La tierra suelta se desmoronaba sobre los hoyos hechos con pala y picota y las lluvias inundaban los agujeros con el aspecto de profundas trincheras llenas de agua. Hubo que lidiar por meses para ganarle a la naturaleza y habilitar ese servicio.
        La empresa CRAV encomendó su proyecto urbanístico a la oficina de arquitectos Santiago Roi y Ricardo Hempell. Para las casas, la refinería pidió que se utilizaran las últimas tecnologías en materia de construcción de viviendas. Fue así como se usó por primera vez en Penco la fibra de vidrio para aislar el ruido y la temperatura entre los espacios interiores y el exterior. Don Desiderio Guzmán seguramente dio personalmente su aprobación al diseño de las casas teniendo en consideración que la modernidad se acercaba a Penco a pasos agigantados. Las viviendas tendrían que ser amplias, cómodas, dignas y con estilo, todas de una planta con la opción de futuras ampliaciones. 
La ceremonia congregó a mucha gente en el sector.
(Arch. Histórico de Concepción).
         En el intertanto, obreros forestales se hicieron cargo de cortar árboles allí donde el proyecto contemplaba la instalación de casas. A golpe de hacha (no se conocían las moto sierras) pinos y eucaliptos fueron cayendo uno tras otro. El guarda bosques, que observaba, no imaginó que la tarea de los forestales, limitada a la creación de pequeñas superficies habitables, con el tiempo continuaría hasta hacer desaparecer el último de los añosos árboles que rodeaban el sector.
       La población se llamaría Conjunto Habitacional para Obreros de la Compañía Refinería de Azúcar de Penco. La construcción, sin embargo, sufrió una demora a causa de los violentos terremotos del 21 y 22 de mayo de 1960. Pero, por otro lado, también se hacía urgente terminar las casas para entregarlas a las familias, muchas de las cuales, vivían en unos pabellones básicos de ladrillos en la calle San Vicente entre Freire y la línea férrea. Hasta que por fin, la fría mañana del 7 de octubre de 1961, se procedió a la inauguración de la obra. Fue un acontecimiento en la historia de Penco. De Concepción asistieron autoridades y el anfitrión fue don Desiderio Guzmán  quien pronunció el discurso inaugural ante centenares de personas presentes.
      La Refinería, de algún modo, estaba respondiendo a sus obreros y sus familias, que habían quedado afuera de los planes del Recinto. Alrededor de las 12 de ese día se izó el pabellón patrio, se interpretó la Canción Nacional y se participó en la liturgia de bendición del conjunto habitacional.

       Una vez que sus nuevos moradores se instalaron en ese ámbito campestre, comenzó el paulatino desarrollo urbano del sector. El día de la inauguración, el guarda bosques terminó de arrear las últimas  vacas hacia un nuevo lugar habilitado para la actividad lechera en los faldeos del cerro Copucho. Aunque la medida le incomodaba, pronto se dio cuenta que con la nueva población se le abría un nuevo mercado para su negocio de la leche.

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